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La verdad no tiene verbo

Actualizado: 10 abr




La mentira, esa antigua amiga de los políticos y los vendedores de coches usados, disfruta de una flexibilidad envidiable en el idioma. Puede bailar al ritmo de cualquier conjugación, disfrazándose y presentándose en una variedad de formas: "yo miento", "tú mentiste", "él mentirá". Es como si la mentira tuviera su propia app de fitness, siempre en movimiento, nunca quedándose quieta.


En contraste, la verdad, ese bastión de certeza en un mar de fake news, se planta firme. No se deja conjugar. No tiene tiempo para esos juegos. Es como el viejo sabio del internet, sentado en su montaña digital, imperturbable. La verdad no necesita actualizaciones de software ni nuevas versiones; es la versión 1.0 eterna, sin necesidad de parches ni mejoras.


Este contraste no es solo una curiosidad lingüística; es un reflejo de cómo percibimos y manipulamos la información en la era digital. La mentira, con su naturaleza adaptable, es como esa aplicación que todos descargamos sabiendo que probablemente deberíamos leer los términos y condiciones. La verdad, por otro lado, es ese servicio de internet sólido y confiable que simplemente funciona, sin necesidad de reinicios constantes.


Así que, la próxima vez que te encuentres navegando por las turbulentas aguas de la información en línea, recuerda este pequeño análisis. En un mundo donde el contenido es rey y la atención es la moneda de mayor valor, ¿te alinearás con la agilidad de la mentira o la solidez de la verdad? La elección, queridos lectores, es suya. Pero recuerden, al igual que en el software, a veces lo clásico simplemente no necesita una actualización.

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