Queridos vecinos donde el pasto parecía más verde:
¿Recuerdan cuando eran la envidia del mundo?
Ahora son el punchline de su propia broma.
Un meme pixeleado en decadencia.
Hace poco, el atentado en Pensilvania se convirtió en el último capítulo de su tragicomedia nacional. Trump, en su montaje digno de reality show, ha convertido la política en un episodio live action de los Simpson.
Y luego está Biden, que no da risa ni lastima, da algo que no le deseo a ninguna nación. Y ahí está la gran ironía: elegir entre un showman que convierte la política en un reality y un anciano que lucha por recordar en qué año vive.
Los supuestos defensores de la libertad y la democracia se han autoengañado hasta convertirse en prisioneros de sus propias mentiras. Sus ideales de justicia se han desvanecido, reemplazados por la ego desmedido y la desinformación. Como un anciano que olvida dónde dejó sus dientes postizos, han olvidado sus valores fundamentales.
Pero, seamos sinceros, siempre han tenido una inclinación por lo dramático. Les gusta un buen espectáculo, incluso si son los protagonistas de su propia caída. El atentado, real o fabricado, es una distracción más, una cortina de humo para ocultar los verdaderos enemigos: la ignorancia, el fanatismo y la indiferencia. Y todo esto con el telón de fondo de un país que se desmorona bajo el peso de sus propias contradicciones.
Desde su cama de hospital, rodeado de máquinas que apenas lo mantienen vivo, el Tío Sam hace un último llamado a la reflexión y la unidad. Que esta tragicomedia no sea su último acto. Que encuentren una chispa de redención. Tal vez, solo tal vez, puedan reírse de sí mismos y aprender algo en el proceso.
Así que, queridos compatriotas del norte, mientras el Tío Sam toma su último suspiro y el telón cae, recuerden: incluso en su decadencia, aún pueden encontrar una pizca de sensatez.
Atte. Un moreno que por primera vez no se avergüenza de su presidente, ni de su próxima presidenta.
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