¿Recuerdas esta escena?:
Una multitud conmocionada rodea a un hombre que lleva en brazos al único bebé nacido en muchos años. Este es el futuro distópico que nos presentó Alfonso Cuarón en "Children of Men", donde la humanidad ha perdido la capacidad de reproducirse.
Ahora, ajustemos la escena: en lugar del llanto desesperado del recién nacido, suena "martillazo en el ano" de fondo, y el hombre que lleva al bebé es el mismísimo Dani Flow, saliendo de una fiesta de perreo interminable, sudoroso pero orgulloso.
Y aquí es donde surge la idea más absurda: el reguetón, esa misma música que ha sido acusada de todo menos de tener profundidad, podría ser nuestra última esperanza ante la caída del bono demográfico en México y el mundo.
Sí, lo sé, suena ridículo, pero escúchame. En un mundo donde las tasas de natalidad están en picada y el número de parejas que planean tener hijos ha caído a niveles que ni Nostradamus se habría atrevido a predecir, el reguetón podría ser el último bastión contra la extinción.
Datos duros: en México, la tasa de natalidad ha caído de 2.2 hijos por mujer en 2010 a 1.9 en 2023, un número que se espera siga disminuyendo . A nivel mundial, la historia es igual de dramática: las parejas jóvenes prefieren invertir en en alimento orgánico para perros y gatos, antes que en pañales y biberones.
Según estudios recientes, el 44% de los jóvenes en países desarrollados no planea tener hijos en absoluto, un golpe directo al famoso "bono demográfico" que alguna vez prometió ser el motor de crecimiento económico y social .
Pero aquí es donde entra el reguetón, ese ritmo que, aunque es más repetitivo que un infomercial a la 3 a.m., podría ser justo lo que necesitamos.
Mientras los gobiernos debaten políticas públicas para incentivar la natalidad, el reguetón ya está en acción, en cada antro, boda y fiesta de quinceañera, promoviendo la cercanía humana en su forma más básica.
¿Planificación familiar? ¡Qué va! Con un buen martillazo (donde tu prefieras),
el instinto de procreación podría despertar de su largo letargo.
Mientras los sociólogos se rascan la cabeza intentando encontrar soluciones al envejecimiento de la población, el reguetón nos da la respuesta más pragmática: desconecta el cerebro, enciende la bocina bluetooth, y deja que la naturaleza siga su curso.
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